Nos gusta aparentar que somos buena gente. Como Norman Bates cuando, dominado por la personalidad de su difunta madre, afirma que es incapaz de matar a una mosca. También nos gusta fingir que somos unos cobardes, y palidecemos de placer y de terror a la vez con la ronca respiración del monstruo. Los malos nos seducen y nos persuaden, y sonreímos de complicidad cuando aparecen en la pantalla, aun a sabiendas de lo que vendrá a continuación: el sabor de la sangre, el olor del miedo...
En este libro te ofrecemos una orgía de la maldad cinematográfica. Entra y disfruta de un buen Chianti con Hannibal Lecter, con Hans Landa, con el Joker o con Catherine Tramell, pero permanece atento a las puertas oscuras y no le des la espalda a nadie porque, en el mejor de los casos, te arrastrarán con ellos hasta el mismísimo infierno.