Le enviaron a dar la paz a un hombre que no había visto nunca. Desplazarse, llegar, avisar, dormir, disparar y purificarse. La clase de encargo con el que había cumplido cientos de veces, era el trabajo al que había consagrado su carrera, la clase de encargo que ya no le exige pensar. El cielo se despertó limpio, las largas carreteras invitaban a conducir, el día flotaba tan luminoso, ¿qué podía ir mal?