A veces, basta con asomarse a un balcón para ver cómo la historia con mayúsculas desfila delante de nosotros. Estamos en Haifa, en los años que siguen a la segunda guerra mundial: Rina es una niña judía que vive con su familia en una casa humilde, tan humilde que un barreño de agua sirve para que se bañen las niñas primero, la madre luego, para lavar la ropa después y finalmente para limpiar ese diminuto balcón desde donde la chiquilla ve surgir un nuevo país de las ruinas de la vieja Europa.
Rina crece y se convierte en una espléndida joven mientras en su tierra empieza la guerra de Kippur. Solo un milagro puede ahorrarle las penurias de un conflito sin fin, y ese milagro tiene un nombre: es un joven arquitecto de Barcelona que se enamora de la bella judía y sde casa con ella, ofreciéndole una vida acomodada en su ciudad.
Esta historia, que casi parece la de la cenicienta, tiene sin embargo un final que devolverá a Rina a ese balcón de Haifa que la vio nacer. Es así como presente y pasado se trenzan para construir una magnífica historia personal que es un cálido homenaje a un país y a una época peculiares, cuando aún todo parecía posible y la felicidad era algo más que una palabra.