Desde el aguacero y las acequias, desde las albercas, el álcali y los albañales hasta el tiempo de las ahogaillas, La lira manantiálica arrastra al lector hacia un reguero poético donde la más sutil e inesperada metáfora tiene perfecta cabida. Y en ese devenir de la escritura se va entretejiendo, casi por azar, un mundo alegórico.
Un mundo que seduce a golpe de verso sonoro como si no fuera el primero, el único ni el último. Tal es así que no se intuye intención alguna en el poema de concluirse a sí mismo ni de quedar cercado en una sola imagen sino que más bien busca una salida para reinventarse de nuevo.
Desde la palabra, por momentos mordaz y no exenta de humor, se nos desvela la enorme plasticidad del pintor poeta.
El trabajo de Ginés Liébana no podría definirse dentro de ninguna corriente estética. Tampoco es preciso hacer ese análisis. En este caso, recomiendo sencillamente deslizarse por su lectura. Y a ver qué ocurre, porque algo sin duda acontece.