Unos pocos días del último de los diez años que duró el asedio de los aqueos a la ciudad de Troya, un episodio de cuyo núcleo histórico hoy no cabe la menor duda, proporcionan el marco cronológico a los acontecimientos narrados en la Ilíada, el poema más antiguo de la literatura occidental. Producto de una larga tradición oral, la epopeya, como advierte su autor en el primer verso, relata la historia de las consecuencias de una pasión humana. Aquiles, encolerizado por el ultraje llevado a cabo por Agamenón, caudillo de la expedición griega, quien le había arrebatado su botín, la sacerdotisa Briseida, decide retirarse del combate. Pero no tardará mucho en volver a él, con furia renovada, a raíz de la muerte de su compañero Patroclo a manos de los troyanos. Alrededor de estos hechos, la Ilíada nos presenta un mundo de ideales heroicos y hazañas guerreras, en el que los dioses poseen un protagonismo y una presencia permanentes. La traducción ya clásica de Emilio Crespo traslada con fidelidad la grandeza poética de este monumento épico, que ha servido como medio de instrucción desde la Antigüedad.