Hacer arquitectura en Bogotá, a 4º latitud Norte y 2.600 metros sobre el nivel del mar, supone unas características geográficas: edificios que cambian cuando llueve, que responden a la luz uniforme de un día nublado generando sombras matizadas, pero que, al tiempo, permiten la sombra profunda de un día soleado de diciembre. Son edificios que responden a la posibilidad de que en el mismo día haga calor y frío, una característica determinante de la ciudad de Bogotá.
La obra de Daniel Bermúdez parte de las certezas y de lo inevitable: la luz, el agua y la gravedad. Los edificios se pueden considerar como artefactos que, sin ningún pudor, reflejan los diferentes arreglos complejos de sus elementos arquitectónicos para canalizar estas fuerzas externas, lo que permite afirmar que, literalmente, el arquitecto Daniel Bermúdez construye los efificios con estos materiales esenciales.